domingo, 31 de octubre de 2010

TODOS LOS SANTOS. DÍA DE MUERTOS


Somos mortales,
todos habremos de irnos,
todos habremos de morir en la tierra…
Como una pintura,
todos nos iremos borrando.
Como una flor,
nos iremos secando
aquí sobre la tierra…
Meditadlo, señores águilas y tigres,
aunque fuerais de jade,
aunque fuerais de oro,
también allá iréis
al lugar de los descansos.
Tendremos que despertar,
nadie habrá de quedar.

                                                                             
Poema del rey y poeta Netzahualcóyotl (1391-1472)




1. Octavio Paz
Antes de iniciar con el análisis del ensayo del día de muertos, es preciso conocer quién era Octavio Paz Lozano.
Nació en la Ciudad de México en 1914, murió ahí mismo en 1998.
Publicó en la revista Barandal y en los Cuadernos del Valle de México y Luna Silvestre, la clase de escritos que en esas publicaciones realizaban era como el famoso ¡No pasarán! , consigna bélica famosa en Madrid. Funda la revista Taller. Publica sus libros: Raíz del hombre, Bajo tu clara sombra, Entre la piedra y la flor y A la orilla del mundo.

Fue diplomático y embajador. Fundador del grupo teatral Poesia en voz alta. En 1962 publicó Salamandra. Recibió los premios: Miguel de Cervantes, Internacional Alfonso Reyes, Nobel de literatura 1990, entre otros.


2. Ensayo (comentado).

El ensayo "Todos los Santos. Día de muertos."  es publicado dentro del libro El laberinto de la soledad. 
En este comentario, el texto pequeño es de Octavio Paz

  La muerte es un espejo que relfeja las vanas gesticulaciones de la vida. Toda esa abigarrada confusión de actos, omisiones, arrepentimientos y tentativas -obras y sobras- que es cada vida, encuentra en la muerte, ya que no sentido y explicacion, fin.


Hemos estudiado que en la civilización azteca el fin último es la llegada a Mictlán, pero el fin último de la vida ha de ser morir para llegar ahí. Por otro lado, en el cristianismo, la muerte es la llegada de la vida. En la pupularidad mexicanan el día de muertos deja de tomar esta posición y se mezcla el otro mundo, esta vida, en lo que llamamos muerte.

Frente a ella nuestra vida se dibuja y se inmoviliza . Antes de desmoronarse y hundirse en la nada, se eculpe y vuelve forma inmutable: ya no cambiaremos sino para desaparecer.

Esta es una visión moderna de la muerte que nada tiene que ver con la visión real, expresada abiertamente el día de muertos, que el mexicano tiene de ella.

Nuestra muerte ilumina nuestra vida.  Si nuestra muerte carece de sentido, tampoco lo tuvo nuestra vida. Por eso cuando alguién muere de muerte violenta, solemos decir: "se la buscó". Y es cierto, cada quien tiene la muerte que se busca, la muerte que se hace. Muerte de cristiano y muerte de perro son maneras de morir que reflejan maneras de vivir. Si la muerte nos traiciona y morimos de mala manera, todos se lamentan: hay que morir como se vive. La muerte es intrasferible, como la vida. Si no morimos como vivimos es porque realmente no fue nuestra vida la que vivimos: no nos pertenecía como no nos pertenece la mala suerte que nos mata. Dime cómo mueres y te diré quién eres.


Es cierto que la vida la viven individuos, pero creer este concepto es cristiano. El mundo preshispánico vivía y moría la vida de todos (recuerden que los guerreros muertos y los sacrificios eran para regenerar al Dios Sol, que sin él, la vida - del mundo y la del inframundo - no son posibles. Con concepto cristiano, el único sacrificio para perpetuar la vida es el sacrificio del mismo Dios, Jesucristo. Esto permite a cada individuo ser responsable de su vida, si bien es cierto que dicho camino a la santidad no se logra sin el amor, el vínculo a la comunidad. El día de muertos es un vestigió que recuerda que la muerte no es como la explica Octavio Paz, pero fuera de ese día, su visión es muy acertada.

Para los antiguos mexicanos la oposición entre muerte y vida no era tan absoluta como para nosotros. La vida se prolongaba en la muerte. Y a la inversa. La muerte no era el fin natural de la vida, sino fase de un ciclo infinito. Vida, muerte y resurreción eran estándios de un proceso cósmico, que se repetía insaciable. La vida no tenía función más amplia que desembocar en la muerte, su contrario y complemento; la muerte a su vez no era un fin en sí; el himbre alimentaba con su muerte la voracidad de la vida, siempre insatisfecha. El sacrificio poseía un doble objeto: por una parte, el hombre accedía al proceso creador (pagano a los dioses, simultáneamente, la deuda cntraída por la especie); por la otra, alimentaba la vida cósmica y social, que se nutría de la primera.

La lucha entre la concepción moderna de la muerte, y la concepción prehipánica y cristiana, el día de muertos la anula.


Posiblemente el rasgo más característico de esta concepción es el sentido impersonal del sacrificio. Del mismo modo que su vida no les pertenecía, su muerte carecía de todo propósito personal. Los muertos, incluso los guerreros caídos del combate y las mujeres muertas en el parto, compañeros de Huitzilopochtli, el dios solar, desapaerecían al cabo de algún tiempo, ya para volver al país indeferenciado de las sombras, ya para fundirse al aire y a la tierra, al fuego, a la sustancia animadora del universo. Nuestros antepasados indígenas no creían que su muerte les pertenecía, como jamás persaron que su vida fuera realmente su vida, en el sentido cristiano de la palabra. Tdo se conjugaba para determinar, desde el nacimiento, la vida y la muerte de cada hombre: la clase social. el año, el lugar, el día, la hora. El azteca era tan poco responsable de sus actos como de su muerte.


Recordemos el tema anterior, en el que expliqué estas concepciones  


Espacio y tiempo estaban ligados y formaban una unidad inseparable. A cada espacio, a cada uno de los puntos cardinales, y al centro en que se inmovilizaban, correspondía un tiempo particular. Y este complejo de espacio tiempo poseía virtudes y poderes propios, que influían y determinaban profundamente la vida humana. Nacer un día cualquiera, era pertenecer a un espacio, a un tiempo, a un color y a un destino. Todo estaba previamente trazado. En tanto nosotros disociamos espacio y tiempo, meros esenarios que atraviesan nuestras vidas, para ellos había tantos "espacio tiempo" como combinaciones poseía el calendario sacerdotal. Y cada uno estaba dotado de una significación cualitativa, superior a la voluntad.

¿Cuándo ocurre esta disociación de espacio-tiempo? Parece aquí que Paz olvida el calendario litúrgico de la Iglesia, donde cada periodo del año corresponde una dimensión con nuestras actividades y la divinidad - tiempo de adviento, cuarespa, etc.- La ruptura con el espacio-tiempo hipánico, para llegar a lo que él llama esenarios de vida simple, se da después de la Revolución. Anteriormente, durante el primer siglo de independencia y los tres siglos de colonia, la situación era similar, pero con significados diversos. Aún así, en muchas comunidades indígenas aún se vive de esta manera. Pero para el mexicano de ciudad, la concepción ya no es la misma.

Religión y destino regían su vida, como moral y libertad presiden la nuestra. Mientras nosotros vivimos bajo el signo de libertad y todo - aun la fatalidad griega y la gracia de los teólogos  - es eleción y lucha, para los aztecas el problema se reducía a investigar la no siempre clara voluntad de los dioses. De ahí la importancia de las prácticas adivinatorias. Los únicos libres eran los dioses. Ellos podían escoger - y, por tanto, en un sentido profundo pecar-. La religión azteca está llena de grandes dioses pecadores -Quetzalcóatl, como ejemplo máximo-, dioses que desfallecen y pueden abandonar a sus creyentes, del mimo modo que los cristianos reniegan a veces de su Dios. La conquista de México sería inexplicable sin la tradición de los dioses, que reniegan de su pueblo.

Reitero que el concepto de libertad es el de Juárez. A partir de ahí, todo lo demás no es libertad en el sentido propio de la palabra. Pero los aztecas y mexicanos previos a la Revolución no se sentian no-libres, para ellos la libertad tiene otro significado, y que ahora visto con los ojos nuevos creemos que es una seudolibertad. Insisto en contextualizar la mentalidad de Paz.

El advenimiento del catolicismo modifica radicalmente esta situación. El sacrifio y la idea de creación, que antes eran colectivos, se vuelven personales. La libertad se humaniza, encarna en los hombres. Para los antiguos aztecas lo esencial era asegurar la continuidad de la creación; el sacrificio no entrañaba la salvación ultraterrena, sino la salud cósmica; el mundo, y no el individuo, vivían gracias a la sangre y la muete de los hombres. Para los cristianos el individuo es lo que cuenta. El mundo -la historia, la sociedad- está condenada de antemano. La muerte de Cristo salva a cada hombre en particular. Cada uno de nosotros es el hombre y en cada uno de nosotros están depositadas las esperanzas y responsabilidad de la especie. La redención es obra personal.

Si bien es cierto que Paz nació en un país preponderantemente católico, no vivía el misterio de la fe, es decir, conocía los postulados, pero no la experiencia con la divinidad. Algo similar nos ocurre cuando intentamos interpretar la religiosidad prehipánica.

Ambas actitudes, por más opuestas que nos parezcan poseen una nota común: la vida colectiva o individual, están abiertas a la perspectiva de una muerte, que es, a su modo, una nueva vida. La vida sólo se justifica y tasciende cuando se realiza la muerte. Y esta es también trascendencia, más allá, puesto que consiste en una nueva vida. Para los cristianos la muerte es un tránsito, un salto moral entre dos vidas, la temporal y la ultraterrena; para los aztecas, la manera más honda de participar en la contínua regeneración de la fuerza creadora, siempre en peligro de extinguirse si no se le provee de sangre, alimento sagrado. En ambos sistemas, vida y muerte carecen de autonomías: son dos caras de una msma realidad. Toda su justificación provienen de otros valores, que las rigen. Son referencias a realidades invisibles..

Octavio, realiza un ensayo del mexicano de ciudad, del producto de la revolucíon, más no del mexicano en general.

El próximo capitulo sera Religión o Estado, en torno a la fiesta del día de muertos.    
   

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